Es una tarea cuasi imposible mencionar a la República Argentina sin evitar relacionarla con el fútbol, una disciplina que no fue inventada aquí, pero que su pasión y forma de adaptarla como un estilo de vida sí. Tampoco se puede intentar obviar a los dos referentes más grandes de esta locura llamada Fútbol Argentino, los cuales son Diego Armando Maradona y Lionel Andrés Messi. Dos personajes míticos que el destino quiso que fueran similares en su pierna zurda hábil, en su baja estatura y hasta en sus goles, pero que crezcan y se desarrollen en diferentes contextos.
Claro, al país además del deporte que une a multitudes también se lo empareja de una manera semiótica con la economía, especialmente con la inflación. En un acto que roza lo discriminatorio y calificativo negativo, un ciudadano argentino recalca la ineficacia de una sucesión de ministros capacitados en su área que no pueden llegar a resolver una situación que sucede décadas tras décadas y de la que ninguna generación desde el retorno de la democracia hasta hoy en día se salva.
Seguramente, el cuestionamiento será ¿Qué tienen que ver Maradona y Messi con la inflación? Existe un denominador común, al cual llamo el mito del héroe nacional. Para establecer una comparación que sea entendible, el pico máximo de consagración del excapitán del Napoli fue en el año 1986, en junio del ’86. ¿Cómo la estaban pasando las argentinas y los argentinos que vieron a Diego gambetearse a seis ingleses con el arquero incluido? Definitivamente bien no.
Para dicho mes, las recetas económicas y el Plan Austral impulsado por el entonces ministro de Economía de la Nación, Juan Vital Sourrouille, comenzaba a hacer agua y esa agua no apagaba el incendio financiero, ya que el índice inflacionario marcaban dos dígitos, expresados en una cantidad exacta de 25,1% de IPC acumulada desde enero. Bajo este contexto, si se le incrementa la deuda pública que rondaba los U$$ 45.000 millones, Maradona nos quitaba el estrés por 30 días y nos robaba una sonrisa.
Un marco diferente tuvo el rosarino, quien emigró hacia Barcelona cuando el gobierno de Fernando De La Rúa sufría la renuncia de una de sus columnas más fuertes, como su vicepresidente “Chacho” Álvarez y retornaba al control de la moneda un viejo conocido, Domingo Cavallo. Messi no vivió en carne propia el "Cacerolazo" del 2001 y sus primeros destellos con la Selección Argentina fueron mediante la llegada de Néstor Kirchner al poder y junto con ella el rotundo NO al ALCA, el pago de la deuda externa y un crecimiento de la clase media, por lo cual, hasta ese momento no ha tenido que cargar con la pesada mochila de ser la máquina de la felicidad que distraiga a un pueblo del malestar y del estallido social.
Sin embargo, durante el 2021, con una pandemia de por medio y una Argentina que recién venía de salir de su segunda etapa de cuarentena para reducir los contagios por Covid-19 que impidió que se juegue el máximo certamen continental a nivel selecciones en el país, el genio apareció y cambio algo que parecía no modificarse de una manera rápida, el humor social, con la obtención de la Copa América, en el Maracaná y nada más y nada menos que ante Brasil.
Ahora estamos en 2022 y se viene el Mundial a fin de año. Los salarios no pueden cubrir los gastos de necesidades básicas y el índice de precios se va por las nubes. La clase media parece estar en peligro de extinción y la trabajadora revive un flashback de aquellos 80’s penumbrosos a nivel socioeconómico y político pero puede aparecer de nuevo el héroe nacional. Así como Diego sembró alegría en el pueblo en 1986, ¿Acaso podrá Messi traer un poco de calma al caos que vive la Argentina? |
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